#14mantas14aguayos
« Un color por día de cuarentena »
Maria Cecilia Galindo Oñate
mcgalindo2007@gmail.com
móvil 3214241862
Bogotá Región – Bogotá DC.
COLOMBIA
La cuarentena en mi ciudad empezó el pasado puente de San José, 21 de marzo, día festivo en mi país.Desde ese momento empecé a estudiar mis hierbas recogidas a lo largo de estos 5 años de caminatas por la rtegión en que deambulo. Ahora quiero compartir esta experiencia que deberá llevarme a crear 14 mantas 14 aguayos, una manta para cada miembro de mi familia, por los 14 dias de cuarentena. Mis padres son mayores, y aunque el frío es benéfico nada de nuestra comida se hecha a perder. Pero mucho frío hace que perdamos, perdamos protección, ánimo, y palabras. Cuando hay mucho frío nos paralizamos. Nos “congelamos” a pesar de ser gente de tierras altas y de clima frío, acostumbrados a dormir entre sábanas de algodón y mantas de lana de oveja criolla. La lana nos calienta y nos ayuda a espantar el miedo. Ese miedo a morir por asfixiados durante este tiempo de contagio.
Trabajo en el proyecto personal denominado Laboratoire du paysage desde hace 4 años. En este proyecto sigo atentamente la lectura del paisaje de la Sabana del río Bogotá. Desde mi formación como artista plástica y por años docente de pintura, color, específicamente, he seleccionado analizar la percepción visual, estimulada por el entorno en que vive cada persona que conozco en clase o que encuentro en diversas actividades en que participo. Ese entorno, en la ciudad o en el campo describe un paisaje cultural. Algunas personas que conozco son, en la práctica de la pintura “ciegos al entorno”, es decir, aunque ven, no se percatan de su lugar de vida cotidiana, no ven su escenario, su paisaje. La percepción visual de la Sabana de Bogotá y sus pueblos circundantes, no es analizada de manera colectiva de forma consensuada, en lo que respecta al color, tema en el que baso mi exploración pictoriaca y creativa.
Afirmo lo anterior porque lo he comprobado de manera práctica, en los ejercicios de pintura que elaboramos en los talleres; también de manera intuitiva al preguntar por las características visuales de nuestro paisaje. Además, dentro del Observatorio de paisaje, proyecto que surgió en un grupo de trabajo en el cual como voluntaria, propuse su creación, con la Fundación Cerros de Bogotá, observé que en las imágenes de la actividad que propusé y desarrollé, Mapeo Perceptivo Visual, MPV, lo menos citado por los participantes era el color verde de la Sabana del Río Bogotá. Aunque los participantes enviaban sus imágenes a la convocatoria “Desde donde veo los Cerros” en su descripción pocos hacían referencia al color del espacio público, al frío de nuestra región, a la altura de nuestra ciudad con respecto al mar y sus caracteristicas climáticas. Otras descripciones y lecturas perceptivas sí estaban en sus imágenes por ejemplo la contaminación, el ruido visual, contraste montaña barrio, por ejemplo.
Esas no visibilidades, que no son tenidas encuenta de nuestro habitar, como el color, el color de la Sabana del Río Bogotá, generan un modelo práctico y planteó crear un viridiometro, fruto de las observaciones que hago del paisaje de nuestra región, cuando viajo entre Pandi, Sibaté, Bogotá, Carmen de Carupa y Guasca. Estas poblaciones, que seleccioné porque son parte de mis itinerarios de viaje, mientras hago cartografía de las montañas, están dispersas a lo largo del Distrito Capital, en donde se haya La Sabana. El Viridiometro, ejemplo tomado del Cianómetro, objeto circular que usó A. Humboldt en su viaje por la América Équinoxial, se va alimentando de las imágenes fotográficas, de los apuntes a la acuarela, de los recortes de plantulas y segmentos de hojas, flores y demás formas que colecto cuando camino en esos lugares. De estas colecciones que hago al viajar, selecciono tonalidades de color verde, que según la hora, el mes o la región van entregándome datos relativos a la percepción visual del lugar, su altura y su temperatura.
Además, he creado un archivo de formas de las plantas, con el próposito de dibujarlas y que sean fuente de diseño en mi labor creativa, tanto como pintora como tejedora e investigador en el Laboratorio.
De los pintores son conocidos los elementos del color pigmento, inorganique and organique pigments, la Tonalidad, la Saturación y Brillo de un color son la base de la pintura sobre soportes físicos. Teóricos del color citan estas propiedades visuales como Tinte, Saturación y Tono, (en inglés Hue, Saturation and Luminescence ) tema que domino pero en el que no quiero ahondar en este momento para esta breve justificación de mi trabajo actual.
En el presente proyecto “Un color por día de cuarentena” he empezado a leer acerca de la Etnobotánica de la flora del Perú y he comparado sus listados de plantas tintoreas como, por ejemplo, el del árbol peruano que tenemos en Bogotá, llamado Falso pimiento (Schinus molle). De este árbol, que está en el separador de una calle del barrio donde vivo, he colectado, justo antes de la llegada del Coronavirus y su cuarentena, hojas jóvenes y con estas empecé a trabajar en la búsqueda del Color que mencionan los manuales peruanos. Un verde mas cercano al frio y al tinte amarillo pálido.
El material que he seleccionado para tinturar ha sido la lana, la lana de Ovejas criollas criadas en Tota, Boyacá. Esta lana esquilada e hilada por las manos de la mamá de Flor, mi ayudante en casa y guia en el aprendizaje de la técnica de hilado con uso de madera y tortero.La lana y el algodón llegaron a casa hace muchos años, mi mamá nos enseñó a tejer desde que éramos muy pequeñas a mis hermanas y a mi. Mientras vivimos en el Prado Sevilla, Magdalena, tejiamos vestidos para nuestras muñecas. Cuando regresamos a vivir en Bogotá, el tejido nos envolvió, y a mí particularmente me llevó a estudiar Textiles. Mi padre sembró en la costa del mar Caribe, miles de hectáreas de algodón. Él hizo parte del grupo de Ingenieros Agrónomos que brindaron asesoría a los dueños de tierras algodoneras entre los años 1966 a 1978 en la Costa Atlántica de mi país, asesoría brindada por el ICA, institución que el gobierno colombiano creó para impulsar el campo.
En mi taller de pintura, donde tengo mis implementos de trabajo, entre estos mi telar de estudiante, en madersa y de cuatro marcos, la cocina del “Laboratoiredupaysage” con sus cartas de color, y los matraces con sus tintas vegetales. El archivo de dibujo y las materias primas con las que interpreto el entorno en que habito. El paisaje cambia a medida que lo estudio a profundidad, primero observando los cerros y haciendo cartografía a mano y con una brújula por los caminos que recorro. De esta práctica surge un ejercicio que denominé la Geografía del caminante, de allí produje el perfil de los “Cerros Orientales de Bogotá”, dibujo que conserva el Museo de Bogotá. Pero también en este caminar buscando el color verde para la construcción del Viridiometro, descubró al leer al director de la Expedición Botánica, el cientifico José Celestino Mutis, en sus “Observaciones sobre las vigilias y sueños de algunas plantas”, que existen varias plantas de la Sabana de las que desconozco su nombre botánico, o sus propiedades prácticas, comop su capacidad tintorea. En estas lecturas y en la huerta veo el color expresarse, me embeleso en su observación atenta.
Una mañana por casualidad buscando en el Diario El Espectador información acerca de la evolución y desarrollo del paisaje de Bogotá, encuentro referencia a una planta, que he buscado en cada parque metropolitano, sin mayor información, el Tinto (Cestrum tomentosum) que según leí permite reconocer el potencial de hidrógeniones, el pH de las sustancias y tiene también la propiedad de tinturar fibras vegetales y animales de color violeta, gris, azul. Esta planta la encontré en el jardín, en la casa de mi familia política, el pasado 13 de marzo cuando recogí los frutos, en Carmen de Carupa. El Tinto (Cestrum tomentosum) produce bayas color violeta. Con 200 de estas pequeñas tinturé 20 gramos de lana. Ese encuentro circustancial y asomboroso me devolvio a mis experiencias como estudoiante de Textiles. Dando origen a la creación de los colores de la Sabana a partior de las plantas que se producen en estas tierras altas, plantas comestibles y cotidianas como la cebolla (allium ), la mora ( rubra) o el Eucalipto (eucaliptus globulus). La lana, la hermosa lana que nos protege del frío, factor del que huimos en nuestras altas ciudades en estas épocas de cuarentena, ahora, material que el color de la flora arbórea y arbustiva transforma, me hacer recrear la gama de colores más espléndida y delicada que he podido apreciar visualmente.
Pueden seguir el desarrollo de este proceso en mi cuenta personal de Instagram @MariaGaray 17, #viridiometro # laboratoiredupaysage #14mantas14aguayos #uncolorpordia #tintesmace
Trabajo en el proyecto personal denominado Laboratoire du paysage. En este proyecto sigo atentamente la lectura del paisaje de la Sabana de río Bogotá. Desde mi formación como artista plástica y por 20 años docente de pintura, color, específicamente, he seleccionado analizar la percepción visual que es estimulada por el entorno en que vive cada participante de mis clases. Ese entorno, en la ciudad o en el campo es un paisaje cultural. Algunos de mis alumnos son en la práctica de la pintura “ciegos” , es decir, aunque ven, no se percatan de su lugar de vida cotidiana, no ven. La percepción visual de la Sabana de Bogotá y sus pueblos circundantes, no es analizada de manera colectiva de forma consensuada, en lo que respecta al color. Lo he comprobado de manera práctica, en los ejercicios de pintura que elaboramos en los talleres; también de manera intuitiva al preguntar por las características visuales de nuestro paisaje. Y durante la creación del Observatorio de paisaje, proyecto que surgió en un grupo de trabajo voluntario con la Fundación Cerros de Bogotá, donde note que en las imágenes de la actividad que propuse y desarrollé, Mapeo Perceptivo Visual, MPV, lo menos citado por los participantes era el color verde de la Sabana del Río Bogotá. Aunque ellos enviaban sus imágenes a la convocatoria, y allí estaban los cerros, pocos hacían referencia a la altura de nuestra ciudad con respecto al mar, al color del espacio público, al frío de nuestra región. Todas lecturas perceptivas que sí estaban en sus imágenes.
Surge entonces el estudio del color, del color de la région de la Sabana y como modelo planteó crear un viridiometro, fruto de las observaciones que hago del paisaje de nuestra región, cuando viajo entre Pandi, Sibaté, Bogotá, Carmen de Carupa y Guasca. Estas poblaciones, que seleccioné porque son parte de mis itinerarios de viaje, mientras hago cartografía de las montañas, están dispersas a lo largo del Distrito Capital. El Viridiometro, ejemplo tomado del Cianómetro, objeto circular que usó A. Humboldt en su viaje por la América équinoxial, se va alimentando de las imágenes fotográficas, de los apuntes a la acuarela, de los recortes de plantulas y segmentos de hojas, flores y demás formas que colecto cuando camino en esos lugares. De estas colecciones que hago al viajar, selecciono tonalidades de color verde, que según la hora, el mes o la región van entregándome datos relativos a la percepción visual del lugar, su altura y su temperatura.
De los pintores son conocidos los elementos del color pigmento, inorganique and organique pigments, Tonalidad, Saturación y Brillo, por teóricos citados como Tinte, Saturación y Tono, (en inglés Hue, Saturation and Luminescence ) tema que domino pero en el que no quiero ahondar en este momento para esta breve justificación de mi trabajo actual.
En el presente proyecto “Un color por día de cuarentena” he empezado a leer acerca de la Etnobotánica de la flora del Perú y he comparado sus listados de plantas tintoreas como, por ejemplo, el del árbol peruano que tenemos en Bogotá, llamado Falso pimiento (Schinus molle). De este árbol, que está en la calle del barrio donde vivo, he colectado, justo antes de la llegada del Coronavirus y su cuarentena, hojas jóvenes, con estas empecé a trabajar con en la búsqueda del Color que mencionan los manuales peruanos. He seleccionado para tinturar la lana, la lana de Ovejas criadas en Tota, Boyacá, lana esquilada e hilada por las manos de la mamá de Flor, mi ayudante y empleada de la casa donde tengo mi taller de pintura, donde tengo mis imprentas de trabajo, entre estos mi telar de cuatro marcos, la cocina del Laboratoiredupaysage. La lana y el algodón llegaron a casa hace muchos años, mi mamá nos enseñó a tejer desde que éramos muy pequeñas a mis hermanas y a mi. Mientras vivimos en el Prado Sevilla, Magdalena, tejiamos vestidos para nuestras muñecas. Cuando regresamos a vivir en Bogotá, el tejido nos envolvió, y a mí particularmente me llevó a estudiar Textiles. Mi padre sembró en la Costa miles de hectáreas de algodón, hizo parte del grupo de Ingenieros Agrónomos que brindaron asesoría a los dueños de tierras algodoneras entre los años 1966 a 1978 en la Costa Atlántica de mi país, asesoría brindada por el ICA, institución que el gobierno colombiano creó para impulsar el campo.
El paisaje cambia a medida que lo estudio a profundidad, primero observando los cerros y haciendo cartografía a mano y con una brújula por los caminos que recorro. De esta práctica surge un ejercicio que denominé la Geografía del caminante, de allí produje el perfil de los Cerros Orientales, dibujo que conserva el Museo de Bogotá, pero también en este caminar buscando el color verde para la construcción del Viridiometro, descubro al leer a Mutis, Observaciones sobre las vigilias y sueños de algunas plantas, que existen varias plantas de la Sabana de las que desconozco su nombre botanico, o sus propiedades prácticas. Y por casualidad buscando en el Diario El Espectador información acerca de la evolución o desarrollo del paisaje de Bogotá, encuentro referencia a una planta, que he buscado en cada parque metropolitano, sin mayor información, el Tinto (Cestrum tomentosum) que según leí permite leer el potencial de hidrógeniones, el pH de sustancias y tiene también la propiedad de tinturar fibras vegetales y animales de violeta.Esta planta la encontré en el jardín, en la casa de mi familia política, el pasado 13 de marzo cuando recogí los frutos, en la Casa de la Familia Pinto Nolla, en Carmen de Carupa. El Tinto (Cestrum tomentosum) da una bayas color violeta.
La lana, la hermosa lana que nos protege del frío, factor del que huimos en nuestras altas ciudades en estas épocas de cuarentena, ahora, material que el color de la flora arbórea y arbustiva transforma, me hacer recrear la gama de colores más espléndida y delicada que he podido apreciar visualmente.
La cuarentena en mi ciudad empezó el pasado puente de San José, día festivo en honor al padre putativo del niño Dios en el Pesebre, en las creencias Católicas. Desde ese momento empecé a estudiar mis hierbas recogidas a lo largo de estos 5 años. Y quiero compartir esta experiencia que deberá llevarme a crear 14 aguayos, una manta para cada miembro de mi familia. Mis padres están mayores, el frío es benéfico, nada de nuestra comida se hecha a perder, pero mucho frío hace que perdamos, perdamos protección, ánimo, y palabras. Cuando hay mucho frío nos paralizamos. La lana calienta y nos ayuda a espantar el miedo. Ese miedo a morir por asfixia.
Pueden seguir el desarrollo de este proceso en Instagram @MariaGaray 17, #viridiometro # laboratoiredupaysage #uncolorpordia #tintesmace